Introducción

En los últimos 70 años, han existido pocos elementos que cuenten con consensos amplios en el terreno económico, político o social. Sin embargo, la relevancia de la integración con otras naciones y regiones ha sido un tópico que, en la mayor parte de ese período, ha contado con una aceptación general a nivel internacional. Una excepción a este fenómeno se configura en el presente, en un contexto en el que algunas potencias mundiales parecen haber retornado a prácticas proteccionistas estableciendo restricciones al comercio en sus fronteras. Dentro de este marco, surge la necesidad para el resto de los países, que participan activamente del comercio, de plantearse caminos de profundización de sus relaciones económicas y comerciales.

América Latina y el Caribe no es una región ajena a esta realidad, sobre todo considerando las dificultades que ha mostrado en el último siglo para alcanzar una senda de crecimiento persistente. En alguna medida, algunos de sus países han sido reticentes a la hora de integrarse, sea con jugadores extrarregionales como con otras naciones latinoamericanas. Los acuerdos de índole comercial y en materia de inversiones no solo son un elemento relevante en el camino hacia el desarrollo económico de los países, sino que, además, representan una herramienta de cohesión y relacionamiento más fluido entre las naciones que participan activamente del concierto internacional. En particular, la suscripción de este tipo de tratados por parte de los distintos actores son en general un punto de partida para la convergencia normativa y disciplinaria que hacen que las reglas entre naciones sean más claras y justas para todos. Asimismo, ello sienta las bases para la negociación de nuevos acuerdos, más avanzados, constituyendo así un círculo virtuoso.

En un contexto de estancamiento de las relaciones comerciales a nivel mundial, y ante la reticencia de algunos jugadores relevantes a sumarse a esta dinámica, los países latinoamericanos tienen una oportunidad de asumir una actitud proactiva para salir en busca de oportunidades de integración. Este proceso puede darse en dos niveles complementarios. Por un lado, considerando que en el continente el comercio intrarregional solo representa el 16% del total, existe margen para buscar un relacionamiento más estrecho que el que se ha constatado hasta la fecha. Esto implicaría la reducción de barreras al comercio y la inversión entre los dos bloques hegemónicos de la región, la Alianza del Pacífico y el Mercado Común del Sur (Mercosur). Por otra parte, el segundo nivel posible de acción incluye la integración de América Latina como conjunto, esto es Alianza del Pacífico y Mercosur, con otros actores relevantes a nivel mundial. En este punto, la estrategia seguida por países como Estados Unidos y China, lleva a que un foco de atención natural para América Latina sea la Unión Europea. Ésta, si bien manteniendo ciertas prácticas proteccionistas, ha apostado por configurar una red de socios globales que mejore su posicionamiento global.

En virtud de lo anterior, el trabajo se articula considerando las tres dinámicas relevantes de la inserción internacional en materia económica: el comercio de bienes, el intercambio de servicios y los flujos de inversión; en primer lugar, entre los dos bloques claves del análisis, Mercosur y Alianza del Pacífico, para luego pasar a considerar las relaciones de América Latina en su conjunto con la Unión Europea.

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