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Notas de acontecimientos

"El lenguaje equívoco de Putin sobre la invasión de Ucrania”

Miércoles Internacionales con la KAS Perú

Reflexiones en el marco de la conferencia “Conflicto en Ucrania y el rol de la OTAN” realizada el 04 de mayo del 2022 por Farid Kahhat Kahhat (Profesor Principal, Dpto. de Ciencias Sociales, PUCP)

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Cuando el presidente ruso Vladimir Putin trazó en un discurso los objetivos políticos de su invasión, uno de ellos parecía particularmente críptico: habló de la necesidad de “desnazificar” Ucrania. Lo cual llevó a algunos analistas a centrar su atención sobre grupos de derecha radical como el Batallón Azov.

Una organización cuyo símbolo inicial incorporaba el “Wolfsangel” utilizado por las SS y cuyo fundador, Andriy Biletsky, hasta hace unos años defendía la supremacía de la raza blanca. Grupo al que, además, un informe de 2016 de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos acusó (junto con otras milicias ucranianas) de cometer violaciones contra el derecho internacional humanitario.

Cabría, sin embargo, hacer varias atingencias antes de concluir que la ideología y acciones de grupos como ese fueron una razón fundamental para explicar la invasión. En primer lugar, en las elecciones parlamentarias de 2019 en Ucrania, la coalición de derecha radical (a la que pertenecía lo que podría considerarse el brazo político del Batallón Azov), obtuvo solo un 2.15% de los votos. Y, aunque la derecha radical llegó a ocupar ministerios durante el gobierno de Petro Poroshenko (que además integró al Batallón Azov a la Guardia Nacional, bajo supervisión del Ministerio del Interior), esta perdió esas carteras ministeriales bajo el gobierno de Volodímir Zelensky. Es decir, el argumento de que Ucrania era un país gobernado por nazis, que requería por ende un cambio de régimen, era falso.

En segundo lugar, hoy en día el pensamiento fascista tal vez sea más influyente en Rusia que en Ucrania. Por ejemplo, la organización de mercenarios (principalmente rusos) conocida como Grupo Wagner (que según la inteligencia británica opera en Ucrania), fue fundada por Dmitry Utkin. Es decir, por un personaje que lleva tatuados símbolos fascistas en diversas partes de su cuerpo. El propio Vladimir Putin hizo repatriar los restos y escritos de Iván Ilyín, un pensador ruso que respaldó el ascenso de Hitler al poder en 1933, y que reivindicaba para su Rusia natal lo que denominó un “fascismo redentor”.

Está también el caso de Alexander Dugin, quien aún hoy reivindica los que considera elementos “positivos” (sic) del fascismo, y cuya obra llegó a ser material de referencia en instituciones militares de Rusia.

Es decir, el primer equívoco que habría que dispar es la presunción de que la referencia al objetivo de “desnazificar” Ucrania pone el énfasis en la orientación ideológica de grupos como el Batallón Azov. En el discurso de Putin el término “nazi” alude en lo esencial al ámbito de la historia, no al de las ideas. Lo que Putin encuentra inaceptable en la derecha radical ucraniana no es su ideología, sino su reivindicación de personajes como Stepan Bandera y lo que estos representaron en la historia de la Unión Soviética. Más específicamente, Bandera fue un nacionalista étnico ucraniano que, durante la Segunda Guerra Mundial, colaboró con las fuerzas de ocupación nazis. Por eso, durante su discurso del 24 de febrero de 2022 en el que intentó justificar la invasión que comenzó ese mismo día, Putin hace una invocación a los soldados ucranianos en los siguientes términos: “Sus padres, abuelos y bisabuelos no lucharon contra los ocupantes nazis ni defendieron la madre patria que compartimos, para permitir que hoy los neonazis capturen el poder en Ucrania”.

La paradoja aquí es que el compartir una ideología de derecha radical es lo que divide a grupos de esa orientación en Rusia y Ucrania, por la sencilla razón de que esa ideología tiene como núcleo fundamental el nacionalismo étnico. Y, en los casos de Rusia y Ucrania, son, además, nacionalismos étnicos irredentistas. Es decir, nacionalismos que se perciben como víctimas de las maquinaciones de rivales poderosos: Rusia, en el caso del nacionalismo ucraniano, Occidente, en el caso del nacionalismo ruso. Nacionalismos que, por ende, buscan un resarcimiento histórico a expensas de esos rivales.

Por ejemplo, en su artículo de julio de 2021 titulado “Sobre la Unidad Histórica de rusos y ucranianos”, Putin sostiene (como queda claro desde el título), que “rusos y ucranianos fueron un solo pueblo”. Añade que, incluso, buena parte de lo que hoy es Ucrania solía ser conocida como “Malorossia’ (pequeña Rusia)”. Y aunque admite que “el muro que surgió en años recientes entre Rusia y Ucrania” es en parte “consecuencia de nuestros propios errores”, añade que es también “el resultado de los esfuerzos deliberados de aquellas fuerzas que han buscado siempre socavar nuestra unidad”. El artículo concluye sosteniendo, en forma ominosa, lo siguiente: “Tengo la convicción de que la verdadera soberanía de Ucrania sólo es posible en asociación con Rusia”.

Desde la perspectiva oficial rusa, la expansión de la OTAN para incluir no solo a antiguos integrantes del Pacto de Varsovia, sino incluso a antiguas repúblicas de la Unión Soviética, sería una más entre las grandes invasiones desde Europa occidental que Rusia padeció desde el siglo XVII (Putin las mencionó en uno de sus discursos sobre Ucrania): La primera fue la ocupación polaca del Kremlin a inicios del siglo XVII. La segunda fue el ataque de Suecia a inicios del siglo XVIII. La tercera fue la invasión de Napoleón en 1812, y las dos últimas fueron las guerras contra Alemania durante el siglo XX.

Putin ve la expansión de la OTAN como un intento más de emplear a Ucrania como una plataforma desde la cual atacar a Rusia, como ya ocurrió en el pasado. De hecho, en su discurso del 21 de febrero de 2022 (tres días antes de la invasión), Sostuvo lo siguiente: “Los documentos oficiales de la OTAN declaran que nuestro país es la principal amenaza para la seguridad Euro-Atlántica. Ucrania servirá como una cabecera de playa de avanzada para ese ataque”.

Es decir, Putin no percibe a Ucrania como un Estado soberano que alberga una auténtica nación, sino como el instrumento para una hipotética acción militar en contra de Rusia. Una más entre las múltiples acciones militares desplegadas contra Rusia desde occidente a través de los siglos. La ideología de los presuntos agresores varía en el tiempo y es de escasa relevancia: desde esa perspectiva, hoy en día Ucrania sería (según sostienen por igual Dugin y Putin), un instrumento del liberalismo decadente que encarnan las potencias occidentales.

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