Publicador de contenidos

Reportajes internacionales

Pulso entre Chávez y Uribe

de Dr. Carsten Wieland

El acto de equilibrismo de Colombia entre la razón de estado y la misión humanitaria

Las fotos de los primeros minutos en libertad le dieron la vuelta al mundo: después de seis años en la selva en manos de la guerrilla, las rehenes saludaron por teléfono satelital al “Señor Presidente”. En el fondo, entre los picos de los árboles, traqueteaban las hélices de los helicópteros de la Cruz Roja, cuando Clara Rojas, asistente de la aún secuestrada candidata a la presidencia del 2002, Ingrid Betacourt, y la liberal Consuelo González emprendían felizmente el 10 de enero su camino de regreso a la civilización.

Publicador de contenidos

El presidente Uribe tuvo que ser testigo de un Chávez que logró liberar dos de las presas políticas más importantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC), anotándose así una victoria. Apenas en noviembre Uribe, enfurecido, le había quitado el mandato de negociación, porque Chávez había abusado de la confianza del presidente colombiano en forma constante. Desde entonces los dos caudillos se tratan con la máxima desconfianza.

El acercamiento personal de agosto, cuando Uribe le encomendó sorpresivamente a Chávez el mandato de negociar un acuerdo humanitario, se transformó en una enemistad pública. Los ataques verbales, provenientes especialmente de Venezuela, envenenaron las relaciones bilaterales. Venezuela retiró su embajador en Bogotá y empezó a restringir las importaciones de Colombia (un 15% de las exportaciones colombianas van a Venezuela, lo cual equivale al segundo lugar después de los EE.UU.). Chávez le deseo abiertamente al pueblo colombiano tener otro presidente, expresó su apoyo a la lucha de los rebeldes colombianos y le exigió a la comunidad internacional tachar a los grupos guerrilleros en Colombia de la lista de organizaciones terroristas.

Eso es una provocación para Uribe. Pues todavía son 750 los secuestrados que se encuentran en manos de la FARC, las cuales siguen siendo, de acuerdo a su propia propaganda, seguidoras de una ideología marxista, aunque esta se diluya con la práctica diaria del narcotráfico, de los secuestros y de los negocios de extorsión, dirigidos incluso a la población campesina. El presidente colombiano está frente a uno de los momentos más exigentes de la política interna y de seguridad. A fin de cuentas ha logrado con la política de la Seguridad Democrática, en casi seis años de su mandato, debilitar militarmente y aislar internacionalmente a los grupos guerrilleros, especialmente a las FARC, y ha mejorado sustantivamente la situación de la seguridad en el país.

El ver en televisión que Clara Rojas y Consuelo González salían de la selva, daban los besos de despedida a sus secuestradores y le agradecían “con todo su corazón” a Chávez tuvo que dolerle a Uribe. Nadie habló más de los 157 combatientes de las FARC que Uribe dejó libres en forma unilateral por presión del presidente francés Nicolás Sarkozy, entre los cuales se encontraba el “canciller” de las FARC, Rodrigo Granda, sin que la guerrilla mostrara ninguna deferencia. No obstante, Uribe contuvo su bien conocido temperamento y le agradeció a Chávez, con los dientes apretados pero como buen hombre de estado, su éxito en su arbitraria intermediación.

El 10 de enero de este año el enfrentamiento entre ambos presidentes iba empatado 2:2.

El 1:0 lo logró Chávez cuando en agosto recibió, junto con la senadora colombiana Piedad Córdoba, el mandato oficial para la negociación de parte de Uribe. La liberal es conocida por su simpatía hacia Chávez y las FARC y cuenta como una de las más agudas críticas de Uribe. En su carrera política exhortó, entre otros, a jefes de estado internacionales a romper las relaciones con el gobierno de Uribe. Ella ve más en Uribe a un terrorista que en los rebeldes. Por eso resultó tan sorprendente que Uribe hubiera saltado sobre su propia sombra y le hubiera encargado a sus más grandes contradictores ideológicos la solución del problema de los secuestrados en Colombia. Algunos admiraron la grandeza y el pragmatismo de Uribe, otros lo criticaron por su cortoplacismo político.

A finales de noviembre el puntaje iba 1:1. Uribe le retiró abruptamente a Chávez y Córdoba su confianza. A pesar de las muchas promesas, los resultados de las negociaciones entre Chávez, Córdoba y las FARC no eran visibles. Adicionalmente, Chávez había negociado con militares colombianos a espaldas de Uribe para promover una zona de despeje para las FARC. Esto no lo quiso permitir más Uribe. La mayoría de los colombianos lo apoyaron. Ellos no le quieren ceder ningún territorio estratégicamente importante a las FARC, tal como se hizo bajo el gobierno del antecesor de Uribe, el conservador Andrés Pastrana (1998-2002). En esa ocasión las FARC pudieron fortalecerse militarmente en un territorio tan grande como Suiza, mientras que entretenían al gobierno con las negociaciones de paz.

Sin embargo, Chávez ignoró el hecho de que Uribe le hubiera retirado su confianza y siguió negociando por su propia cuenta. Adicionalmente, empezó a atacar verbalmente al gobierno colombiano y llegó tan lejos que algunos colombianos empezaron a rumorar sobre posibles escenarios de guerra. Chávez anunció adicionalmente que las FARC liberarían antes de navidad a Clara Rojas, su hijo Emmanuel nacido en cautiverio, así como a la senadora Consuelo González. El presidente venezolano necesitaba, después de su ofensa a Uribe, ese éxito político. Las FARC, por su parte, estaban interesadas en respaldar a Chávez.

A finales de diciembre Uribe disparó el 2:1. Sorprendió con la noticia de que el hijo de Rojas, Emmanuel, ya no estaba en manos de las FARC desde hace años, sino que se encontraba al cuidado del estado (lo cual sólo se vino a saber en esos días), por lo que la guerrilla no podía entregarlo. Chávez estaba irritado y lo llamó mentiroso. Cuando se supo que el presidente colombiano estaba mejor informado que su colega del oriente de los Andes tan bien conectado con las FARC, creció la presión sobre Chávez por lograr al menos la libertad de las dos mujeres.

Esto sucedió finalmente el 10 de enero, cuando Chávez logró igualar con un 2:2. Tuvo el apoyo de muchos jefes de estado que aplaudieron su mediación humanitaria. Entre ellos se encontraban no solamente varios gobiernos de izquierda de Latinoamérica. La admiración llegó también de un lado completamente inesperado: de los EE.UU. y también de Francia.

No obstante, un par de días más tarde el puntaje estaba nuevamente 3:2 a favor Uribe. Pues bajo el efecto de la victoria, Chávez forzó la tensión del arco en forma aun más notoria que en los meses anteriores. Frente al congreso venezolano y con la bandera de su país envuelta al rededor de su inflado pecho, se solidarizó públicamente con las FARC y con el segundo grupo guerrillero más grande de Colombia, el Ejercito de Liberación Nacional ELN. Los tildó de “ejércitos reales” con fines políticos. La condición para normalizar las relaciones con Colombia consistía en que Uribe le reconociera el estatus político a ambos grupos y no los tildara más de terroristas. Adicionalmente, le ofreció a las FARC abrir una oficina en Caracas. Chávez agregó también que Uribe quiere la guerra, porque es una marioneta del presidente de los EE.UU., George W. Bush, quien representaría al más grande terrorista del mundo.

Con esto, Chávez encendió una bomba política que se le volvió un autogol. Esta provocación lo aisló una vez más internacionalmente y condujo a un efecto de unión en Colombia, al llevar a duros contradictores políticos a apoyar al gobierno de Uribe. La exigencia de Chávez fue rechazada no solamente por los EE.UU., la Unión Europea y otros gobiernos de occidente, sino que tampoco hubo un sólo país latinoamericano que se pusiera del lado de Venezuela, a excepción de Nicaragua. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, un seguidor de Chávez en otros casos, dijo, por ejemplo: “sin juzgar los fines (de las FARC), el fin no justifica los medios”. El recientemente elegido presidente socialdemócrata de Guatemala, Álvaro Colom, enfatizó: “mi opinión es que uno no puede ser legal en su país y aceptar la ilegalidad en otro país. Cualquier grupo insurgente es ilegal, los motive cualquier ideal, (lo que hacen) es una acción ilegal”.

Por ahora y también desde el punto de vista de la política interna, Uribe puede sentirse fortalecido. Todas las agrupaciones políticas, incluido el partido liberal al cual pertenece Piedad Córdoba, y el partido socialdemócrata Polo Democrático, se distanciaron de las exigencias de Venezuela. César Gaviria, jefe de los liberales, dijo: “las afirmaciones del presidente Chávez, son una defensa velada de la lucha armada en Colombia. Los gobiernos y demócratas de Latinoamérica deben advertirle al mandatario venezolano sobre los gravísimos riesgos que para el continente tienen sus afirmaciones y eventuales acciones". También Andrés Pastrana, uno de los contradictores más decididos de Uribe en el espectro político de derecha, le dio un espaldarazo al presidente y le ofreció su ayuda.

Incluso desde Venezuela resonaron voces que juzgaron la postura de Chávez. La Federación de Ganaderos de Venezuela (Fedenaga) afirmó que es una ofensa que Chávez exija una rehabilitación de las FARC, si incluso éstas en el año 2007, secuestraron en Venezuela a más de 200 ciudadanos venezolanos, la mayoría en las fronteras con Colombia. Este hecho y los testimonios de testigos confiables confirman que las FARC operan tranquilamente en territorio venezolano y encuentran allí refugio de los militares colombianos. Esto es un riesgo creciente para Colombia, si se tiene como contexto el hecho de que el presidente del país vecino le brinda apoyo públicamente a las FARC.

El reproche de una intromisión en los asuntos internos del país vecino no se sustenta solamente en los ataques verbales de Chávez. Desde hace tiempo Venezuela apoya grupos políticos de izquierda en Colombia, atrae colombianos a las universidades venezolanas con opulentas becas y le da la nacionalidad venezolana a colombianos (ya hay 750.000 colombianos con la doble nacionalidad). Pero sólo es posible especular cuánto trabajo mancomunado de tipo militar hay con las FARC en las regiones limítrofes.

El triunfo preliminar 3:2 de Uribe frente Chávez no es, sin embargo, ningún colchón confiable para los retos que le sobrevienen este año al presidente colombiano. A Uribe la agenda política se le salió de las manos en lo que se refiere a la pregunta por un acuerdo humanitario con las FARC. Desde el punto de vista de la política externa nunca tuvo muy buena fortuna. Ahora Chávez le robó enteramente el show. La presión por liberar los demás rehenes crece, después de que salieron a la luz, a través de las cartas que Consuelo González traía entre el equipaje para los familiares, nuevos y crueles detalles de las condiciones indignas de vida de las víctimas del secuestro. Entre los casi 50 rehenes políticos de las FARC se encuentran tres norteamericanos y la franco colombiana Ingrid Betancourt, quien en febrero de 2002 buscó, a pesar de las advertencias, tener una conversación directa con los rebeldes y desde entonces no ha podido volver de la selva. El presidente francés ha confiado, en medio de una disputa mediática con su ex esposa, que la liberación de Ingrid Betancourt le dará el muy requerido empujón a su simpatía en la política interna francesa. La opinión pública de ese país está en este caso muy movilizada.

A mediados de enero una iniciativa ciudadana francesa anunció que quería enviarles cartas a las aproximadamente 3000 víctimas del secuestro que se encuentran en los escondites de la guerrilla y de otros grupos criminales. Los moderadores de radio colombianos preguntaban por qué la sociedad civil no se involucra con el mismo empeño. La situación de seguridad en el país condujo a que los colombianos de muchas ciudades que no están afectadas directamente con el conflicto se hayan comportado más apáticos. Otros problemas como la desigualdad social desplazaron la preocupación por la violencia del primer puesto de los temas políticos del país. El barullo en relación a la primera liberación después de años, las tensiones con Venezuela, así como la amenazante internacionalización del conflicto colombiano ha terminado, no obstante, por mover las emociones de los colombianos. Están planeadas grandes marchas por la paz. Además, las FARC anunciaron que van a emprender nuevamente grandes ofensivas. En los primeros días del año 2008 varios turistas colombianos fueron secuestrados.

La pregunta si Uribe podrá convertir en capital político de largo plazo el desconcierto de la población, lo mostrará la estrategia con la cual tratará de reconquistar la iniciativa. Algunos primeros indicios ya son reconocibles. En contraste con sus primeros años de mandato, en los cuales le apostaba casi únicamente a instrumentos militares y sólo mostraba dureza frente a la guerrilla sin mostrar ningún interés en un acuerdo, desde mediados del año 2007 se le ve más pragmático. La liberación unilateral de 157 presos de las FARC en junio es tan sólo un ejemplo.

Ha ablandado algunas de sus posiciones. Rechaza todavía la desmilitarización de una zona poblada y estratégicamente valiosa de un territorio al oriente de la ciudad Cali, tal como lo han exigido las FARC. Pero ha acogido entre tanto la propuesta por parte de la iglesia de un acuerdo para condicionar una zona de encuentro en la selva para el intercambio de los presos -las FARC exigen que se les devuelvan 500 de sus combatientes para la liberación de los 50 rehenes políticos-. Esta zona debe ser máximo de 150 metros cuadrados y debe estar deshabitada. Las FARC rechazan esta oferta, aunque con la liberación de Rojas y González hayan mostrado que cuando existe voluntad es posible una misión humanitaria sin ninguna zona desmilitarizada.

Adicionalmente, en su segunda reacción frente a la exigencia de Chávez de legalizar las FARC, Uribe usó un tono más moderado. Negó categóricamente el reconocimiento político de las FARC, porque “secuestran, porque reclutan y maltratan a menores, atentan contra mujeres embarazadas y contra ancianos, lanzan bombas contra la población civil y además, trafican con drogas ilícitas”, tal como lo formuló el presidente en su visita a Guatemala. Sin embargo, dejó reconocer por primera vez la posibilidad de modificar el estatus de las FARC, si llegaran a entrar en un proceso de paz con el gobierno colombiano, como lo hicieron 32.000 paramilitares que desde el 2005 entregaron las armas. Además, desde que Uribe asumió el mandato hace seis años, 8.379 militantes de las FARC solos o en grupos, se han desmovilizado voluntariamente.

Uribe dijo: “En el momento en que las FARC den muestras de buena voluntad y el deseo de negociar la paz, el Gobierno está dispuesto a darle los privilegios que la constitución permite para facilitar el proceso de paz. (…) En el momento, en que se inicie un proceso de paz con las FARC, el Gobierno colombiano será el primero en dejar de llamar terroristas a las FARC y el primero en pedirle al mundo que también lo haga, como aporte para el logro de la paz”. Poco antes también Chávez había mesurado su tono y había añadido que las FARC debían acabar con los secuestros y debían cumplir con las convenciones de Ginebra para que se les pudiera quitar el estatus de terroristas.

En el tire y afloje sobre la perspectiva del proceso de paz con la guerrilla ha habido movimiento. Uribe ofreció adicional mente reunirse en la selva con el viejo dirigente de las FARC, Manuel Marulanda, tal como lo hizo Pastrana justo antes de las elecciones de 1998. Pero mientras las FARC y Chávez jueguen del mismo lado y Uribe y Chávez sigan en el rumbo de la confrontación, los esfuerzos nacionales del gobierno colombiano por iniciar un proceso de paz con las FARC seguirán siendo vacuos.

Bien profundas son las diferencias políticas y emocionales entre Uribe y las FARC; demasiado grande el interés de Chávez de interferir en la política interna de Colombia, a costa de las FARC, y de perfilarse como salvador; y bastante ambicioso es el interés que tienen las FARC de contar con el apoyo de un su más renombrado aliado, quien les abriría la puerta al escenario de la política mundial y devolver el estatus político que hace años perdieron a los ojos de los colombianos. Las agudas e interminables confrontaciones verbales entre ambos gobiernos podrían tener fuertes consecuencias para Colombia.

Uribe debe enfrentarse a una situación delicada y mantener el equilibrio necesario entre la razón de Estado y la creciente impaciencia de los colombianos, así como de actores internacionales como el presidente de Francia, Sarkozy, por encontrar una salida humanitaria. Después de que han logrado grandes avances en la desmovilización de los paramilitares, frente a los cuales Uribe ha mostrado mayor comprensión que frente a las FARC, el problema humanitario con la guerrilla sigue siendo la espina enquistada en el gobierno colombiano.

A diferencia de su antecesor Pastrana, Uribe todavía conserva la credibilidad necesaria para negociar con las FARC desde una posición militarmente fuerte. Sin embargo, para ello necesita de una nueva creatividad para suavizar la atrincherada guerra con Hugo Chávez.

Al menos la declaración de Clara Rojas en su llegada al aeropuerto de Bogotá puede parecerle tranquilizadora a Uribe. Allí le agradeció al gobierno colombiano por la liberación. Después de seis años de información unilateral en la selva también ella aterrizó en la realidad: su liberación y la de Consuelo González no habrían sido seguramente posibles sin Chávez, pero tampoco sin el apoyo del gobierno colombiano, a pesar de las provocaciones por parte de Venezuela y la ausencia de una interrupción de las actividades por parte de los militares en la zona de la entrega de los rehenes. El gobierno colombiano pagó un precio político muy alto para mantenerse en las reglas de juego y espera poder fijar él mismo las reglas a futuro. Mientras tanto, dejará la puerta abierta a intermediarios internacionales serios.

Compartir

Publicador de contenidos

comment-portlet

Publicador de contenidos

Publicador de contenidos