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Migraciones

Cultura de bienvenida o drama emocional

Las migraciones desafían al estado de derecho. ¿Podrán los partidos políticos democráticos responder a este enorme desafío? Un panel compuesto por David Brähler (Oficina KAS en Montevideo), Mariana González (Directora de la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo, Uruguay) y José Cepeda (Universidad Javeriana, Colombia) busca respuestas.

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Millones de personas huyen de conflictos y de la pobreza. En su búsqueda de paz y seguridad abandonan sus hogares y marchan hacia un futuro incierto. Estas migraciones alcanzan dimensiones inéditas, desafían al Estado de derecho y ponen a prueba sus instituciones.

¿Estaremos perdiendo la cultura de la bienvenida? ¿Podrá la solidaridad espontánea dar paso a una dramatización emocional? Con estas preguntas, David Braehler enmarcaba la preocupación que existe en Europa en general y en Alemania en particular frente a la llegada masiva de migrantes. Lo que parecía un fenómeno puntual se convirtió en una situación constante. El espantoso conflicto en Siria provocó en un período de tiempo relativamente corto un éxodo masivo de personas, de las cuales cientos de miles llegan a Europa. El enorme desafío es administrar esta crisis humanitaria y ofrecer los mínimos servicios a quienes llegan. El segundo paso es la integración que se basa en la educación, en las oportunidades de trabajo y, fundamentalmente, de espacios de socialización. Es allí donde se producen los encuentros que permiten el conocimiento mutuo y se desarrolla la pertenencia de los migrantes a la sociedad que los acoge. Para lograr estos pasos es indispensable llegar a acuerdos europeos que se expresen en políticas continentales, concluía Braehler.

El profesor colombiano José Alejandro Cepeda inició su intervención con la pregunta de si Latinoamérica no habrá perdido la posibilidad de desarrollarse como sociedad multicultural desde la conquista misma. La temprana diferenciación entre metrópoli y colonia, así como la deshumanización del proyecto republicano por guerras y dictaduras, tal vez haya marcado la historia del continente. Si bien la migración es inherente a la condición humana, en este momento los desplazamientos por diferentes causas alcanzan dimensiones nunca vistas. Este fenómeno se produce en forma concomitante con la urbanización, con los conflictos armados de origen político y con los conflictos que derivan del acceso a los recursos naturales. Cepeda se pregunta si la firma de la paz en Colombia no podría paradójicamente producir un nuevo impulso migratorio, esta vez hacia territorios no colonizados justamente a causa del conflicto armado de más de medio siglo. Este nuevo avance de la frontera agrícola significaría para el Estado colombiano un enorme desafío en cuanto a la protección de recursos naturales vitales para el desarrollo futuro del país.

“En la época de nuestros abuelos la migración era un hecho definitivo, hoy la gente se desplaza constantemente. Es un fenómeno de vaivén”. De esta forma caracterizaba la directora de la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo Mariana González a las migraciones. La historia de la humanidad es en gran parte la historia de pueblos moviéndose. Pero hoy tenemos a mil millones de personas que viven en un lugar diferente al de su nacimiento. Este movimiento es motivado por la búsqueda de oportunidades o, simplemente, de protección. Pero sus dimensiones aumentan la vulnerabilidad de grandes contingentes de seres humanos y facilitan la aparición de la nueva esclavitud que hoy se expresa en el tráfico y en la trata de personas. Como el migrante contemporáneo carece de protección o de redes que lo contengan, depende de los servicios del Estado al que llega, que no siempre tiene los recursos para proveerlos. Los derechos humanos aplican a todos los migrantes, sin importar su situación administrativa, concluía González. Pero no alcanza con las políticas de dicho Estado. Son necesarios marcos legales y operativos internacionales vinculantes que permitan políticas coherentes a nivel continental. Y se necesita de la población una cultura de la solidaridad.

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