Cosmogonías, pandemia y vida cotidiana de los pueblos indígenas de Panamá
Una bandera roja ondea en la comunidad
Jesús Alemancia
Sociólogo y Docente Popular / jaleman@hotmail.com
Sociólogo, Docente popular, investigador y sistematizador. Ha sido Director del Centro de Estudios y Acción Social Panameño de la CEASPA, y del Instituto para el Desarrollo Integral de Kuna Yala del Congreso General Kuna; Miembro del Plan Nacional de Desarrollo Indígena del Ministerio de Gobierno y Justicia (PNUD, 2013). Ha contribuido a lo largo de los años en innumerables proyectos como: Red de Talleres de Arte Infantil Kuna (Universidad de York, Canadá); Parte técnica del Informe Nacional de Desarrollo Humano, Gobiernos indígenas e institucionalidad (2018); Estudio pueblos indígenas afectados por desarrollos mineros, petroleros y represas en Mesoamérica de la Unión Internacional para la Naturaleza en Costa Rica; Invasión de terrenos comarcales: la percepción de las comunidades Kuna del sector de Carti, para el Instituto para el Desarrollo Integral de Kuna Yala y GRET Plan de Conservación y Desarrollo Comunitario en el Humedal de Importancia Internacional Damani-Guariviara, Región Ño Kribo, comarca Ngäbe Bugle.
Los noticieros matutinos informan sobre el fallecimiento del director del colegio Monseñor Francisco Beckmann, la escuela secundaria pública más grande del país, ubicada en Panamá Norte. Fallece un 9 de marzo de 2020, y al día siguiente el Ministerio de Salud informa que su muerte se debió al COVID-19, confirmando lo que se rumoraba en los pasillos de las escuelas y colegios de la ciudad.
Las autoridades del MINSA inician una investigación sobre la ruta de contagio del difunto director Norato González. Inicia la ola de temor e incertidumbre. La población abarrota las farmacias y supermercados, preparándose frente a un posible desabastecimiento que la propagación del virus podría generar.
En el mundo de los migrantes guna en la ciudad, se escuchan murmullos de preocupación. El Congreso General de Gunayala[1] se reúne en sus oficinas en la ciudad e inicia las deliberaciones internas, que luego discute con las autoridades administrativas del gobierno central en la región para preparar el plan de contingencia de la Comarca. El 14 de marzo, la Junta Ejecutiva del Congreso General emite la orden de cerrar la carretera El Llano-Gardi, ruta de entrada a la Comarca, y el cierre de las terminales de transporte en la costa para el 17 de marzo, el mismo día que se decretaría el toque de queda en la ciudad de Panamá entre las 9 de la noche y las 5 de la madrugada.
La notificación llega de sorpresa para la población migrante, al igual que sucediera durante la invasión de Estados Unidos en 1989. La población decide volver a las comunidades de Gunayala, pero los pies andantes del pueblo se encuentran con el camino cerrado. No hay forma de llegar caminando a la costa, así que otras rutas aparecen; las trochas abiertas entre las selvas y las montañas, que es como logran llegar algunos.
Días antes del cierre de la carretera El Llano-Gardi, varios migrantes logran llegar a las terminales de transporte en la costa e inmediatamente abordan los botes que los llevarán a sus destinos, sin saber que en uno de ellos viaja también el COVID-19, importado de alguno de los 3 centros de origen según el Instituto Gorgas: Estados Unidos, España o China. Ahora se transforma en infección comunitaria.
A partir del 14 de marzo, las comunidades comienzan a levantar la bandera roja de la cuarentena, indicando que nadie sale y nadie entra. Las autoridades comunales emiten resoluciones, graban audios y videos notificando que no habrá actividad turística y no recibirán a los gunas que vengan de la ciudad a las comunidades, ordenando cuarentena comunal. La llegada del virus a las comunidades obliga al Congreso General y las autoridades comunales a decretar la cuarentena total en las comunidades afectadas (Gardi Sugdub, Urgandi, Yandub, Diguir, Agligandi, Assudub y Armila), pues suman ya 151 los infectados para el 2 de mayo, siendo Agligandi la comunidad más golpeada.
En las redes sociales, un miembro de la Policía Nacional comunica que los gunas tienen un medicamento que ayuda a combatir el coronavirus. En las comunidades se prepara ina gaibi (medicina amarga) para la población, y niñas, niños y mujeres hacen fila para consumirla. Se divulga la información y el mundo latino pregunta por el medicamento: ¿qué planta es?, ¿Qué árbol es? Desde Ngäbe Buglé también preguntan. Un hermano farmacéutico, Apolonio López, envía un mensaje por video, donde reflexiona desde su profesión, desde del diálogo de saberes con los inadurgan, conocedores de la sanación. Expresa preocupación por el uso de la medicina amarga y el efecto que pueda tener sobre los que la consumen, sobre sus principios activos, su mecanismo de acción y su efectividad.
En las comunidades de Gunayala funcionan dos procesos paralelos de servicios de salud. Por un lado, el servicio público es regentado por el MINSA desde los centros y puestos de salud, pero a la par existen los servicios de sanación que prestan los inadurgan, que a partir de prácticas culturales como los cantos de sanación y el conocimiento tradicional sobre las plantas, enfrentan a los bonigan (los males) que se presentan en las personas o las comunidades. El COVID-19 ayuda a resaltar las prácticas de sanación que se encuentran en peligro de desaparecer, pues se fortalece el trabajo por preservarlas y practicarlas en diálogo con otros conocimientos médicos.
Los sueños son proféticos. Los gunas sueñan que un gran mal visita la ciudad de Bannaba, y las familias en las comunidades se preguntan qué será de nuestra gente. Hay una gran preocupación entre las familias asentadas en la ciudad capital, pues se habla de enfermos en los barrios gunas del oeste del área metropolitana, Arraiján y la Chorrera. Hay especial preocupación en Veracruz, donde hay reportes de hermanos y hermanas enfermos por el coronavirus, pero los reportes del MINSA no dan mayores datos además de los casos confirmados, nuevos y fallecidos. Lo mismo ocurre hacia el este de la ciudad: 24 de Diciembre, Mañanitas y Tocumen. El tejido familiar extenso frente al coronovirus deja de ser una fortaleza para la sobrevivencia y se transforma en un peligro. Siete, nueve, doce o quince personas bajo un mismo techo.
Las preocupaciones se hacen realidad el viernes 17 de abril, cuando el MINSA ordena un cerco sanitario a la comunidad de Koskuna (Corregimiento de Veracruz, distrito de Arraiján), que entonces queda bajo la vigilancia de las fuerzas de seguridad del Estado. Koskuna, que según la prensa es el conglomerado o clúster más grande de casos en la región metropolitana, es un barrio guna de aproximadamente 250 casas, originado a inicios de los años ochenta por iniciativa de trabajadores, extrabajadores gunas de las bases militares del Comando Sur y otros migrantes.
La migración de la población masculina guna fuera de la comarca tiene una larga historia con varias fases. Una de ellas, relacionada con la búsqueda de acceso monetario para financiar actividades familiares o comunales, un proceso que se dio de manera organizada durante los años treinta y cuarenta con dirección a la zona bananera de Changuinola o a las bases militares del Comando Sur. Otra fase se inició a finales de los años cincuenta y sesenta, originada más en el ámbito comunitario y con dirección a las ciudades Colón y Panamá. Esta migración dio origen a la Asociación de Trabajadores y/o Capítulos comunales gunas en estas ciudades.
En los años setenta, la migración guna fue creciendo con el traslado de familias que acompañaban a sus hijos e hijas a continuar sus estudios de bachilleratos en la ciudad. Es a partir de esta movilidad cuando se inicia la ocupación de los barrios populares históricos de la ciudad por los migrantes (Chorrillo, San Felipe, Santa Ana, Calidonia) y el nacimiento de los primeros asentamientos urbanos desde los años ochenta y noventa. Además, es durante esta fase cuando inicia el nacimiento de generaciones de gunas en la ciudad, los gunas urbanos. Según el censo de 2010, los gunas conformaban una población de 80,526 personas, de los cuales 40,620 vivían en la provincia de Panamá, mientras en la Comarca vivían 33,109.
De los 101 casos de COVID-19 registrados en el corregimiento de Veracruz, 96 correspondían a esta comunidad, según el diario La Prensa (19 de abril). El 29 de abril, el MINSA informa que el total de infectados es de 180, una cifra que es cuestionable para algunos dirigentes de la comunidad, pues desde los primeros avisos de la infección, nunca se brindaron cifras desagregadas según pertenencia cultural, salvo las cifras de las Comarcas Indígenas. Al no contar con cifras desagregadas y no conocer ni entender las prácticas culturales indígenas, no es posible llevar a cabo una política de salud intercultural en la ciudad.
Frente a esta falta de información y el no entender las prácticas culturales, surgen opiniones orientadas por prejuicios culturales, sociales y el racismo. Desde las oficinas de las instituciones públicas y las consultoras económicas privadas se proyecta el golpe socioeconómico que provocará la pandemia en el pueblo trabajador, y en su gran mayoría, los gunas de la ciudad forman parte de esa población, concentrados en el sector de servicios en hoteles, restaurantes, propiedades horizontales y turismo. De un soplo, el aliento retardado del COVID-19 levantará las olas del desempleo urbano. El turismo internacional, una de las fuentes de divisas del país, bajará drásticamente e impactará a Gunayala, que depende de la actividad turística.
La posibilidad real de un retorno masivo a Gunayala debido a la recesión económica nacional y su impacto sobre el empleo urbano, podría volver a repetir lo vivido en 1989 con la invasión de los Estados Unidos. Según los testimonios de aquel momento, la vuelta a las comunidades ante la invasión militar, representó una sobrecarga poblacional sobre la producción agrícola familiar. Hoy, la producción agrícola para el consumo inmediato y a pequeña escala se encuentra desplazada por actividades más rentables como el turismo, el comercio y el transporte.
¿Qué nos guarda el “día después”? ¿Cómo se dibujarán los indicadores económicos del país? ¿Qué pasará con los trabajadores? ¿Qué pasará con la población migrante guna? ¿Podrán seguir enviando remesas familiares y comestibles a la Comarca? ¿Quién responderá estas preguntas? La bandera roja, bander guinnid, sigue ondeando en señal de cuarentena en los poblados guna. La incógnita es hasta cuándo.
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[1] El autogobierno regional indígena de la comarca, formado por los saglas (autoridades político-religiosas) de las 49 comunidades que forman la región y sus tres caciques generales representantes oficiales ante el gobierno central y las instituciones públicas.
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