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Notas de acontecimientos

Indígenas urbanos en América Latina: ¿entre identidad y la calidad de vida?

Seminario internacional

El martes 27 de mayo de 2014 en el Hotel Europa de la ciudad de La Paz, se desarrolló con éxito el seminario internacional: “Indígenas urbanos en América Latina: ¿entre identidad y la calidad de vida?”, convocando a cerca de noventa personas, además de haber reunido a dos generaciones de líderes e intelectuales indianistas y kataristas de Bolivia. Las presentaciones estuvieron a cargo de Carmen Burgos (Argentina), Manuel Namuncura (Chile), Regina Martínez Casas (México), Víctor Hugo Cárdenas, ex Vicepresidente de Bolivia, Eugenio Adolfo Choque (Bolivia) y Zenobio Quispe (Bolivia).

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Todas las exposiciones fueron esclarecedoras y con perspectivas teórico-interpretativas diferentes, llegando a concluir que es fundamental insistir en la formulación de políticas públicas que generen oportunidades para mejorar las condiciones de vida de los indígenas migrantes hacia las ciudades. En esta perspectiva, es necesario erradicar la discriminación y la desigualdad, aceptando a las culturas originarias que ahora se mezclan con la modernidad urbana. El panorama latinoamericano, una vez más parece caracterizarse por el avance de un entramado cultural híbrido, junto con las ideologías indianistas y las representaciones sobre la descolonización del Estado.

Visibilizar una problemática

El seminario confirmó que la situación de los indígenas urbanos es muy particular y parecida en Bolivia, Argentina, Chile y México. Carmen Burgos manifestó que la sociedad Argentina se ha fundado sobre la negación de los pueblos indígenas kollas donde predomina la cultura blanca y el evolucionismo que intenta invisibilizar la realidad indígena, ocultando su fuerza histórica como si fuera un peso del pasado que tiende a desaparecer.

La exclusión se encuentra básicamente en el Poder Legislativo, la administración de justicia y la administración pública. En el terreno de la educación aún no se abrió un espacio para incorporar la visión de las culturas indígenas, lo cual da lugar a la imposición homogénea de una identidad colectiva argentina sin diversidad cultural. Los medios de comunicación también refuerzan la invisibilidad, alimentando estereotipos discriminatorios que equiparan a los indígenas con un grupo de salvajes sin cultura. Este tipo de segregación muestra un paralelismo entre Bolivia y Argentina. Un dato adicional expresa que el Estado niega las identidades indígenas, haciendo que éstas caigan en la trampa de la auto-negación.

Los indígenas urbanos son una identidad cultural muy clara que proviene de la migración rural-urbana y preserva sus patrones de comportamiento social en el escenario moderno de las grandes ciudades. La recuperación de su identidad en las metrópolis tiene lugar en los bailes ancestrales y las ferias, destacando la cultura indígena como el factor de expresión propia.

Las identidades indígenas todavía no se manifiestan con fuerza en la política argentina, aunque según el Censo del año 2010, los indígenas argentinos llegaron al millón de habitantes. ¿Qué significa ser un indígena en la ciudad? Significa preservar las costumbres, no avergonzarse del fenotipo indígena y su herencia histórica, que para el caso del mundo indígena en Bolivia, Argentina y México es también una lucha y resistencia hacia las relaciones de explotación neocoloniales.

Asimismo, Carmen Burgos indicó que en las universidades, la educación occidental opaca la visibilidad de los pueblos indígenas, razón por la cual es importante proseguir con un esfuerzo que replantee la expresión de los derechos indígenas e interculturales, presentes en los grandes centros urbanos. Uno de los aspectos principales es la recuperación de los derechos de propiedad comunal sobre las tierras para las comunidades indígenas. En este caso, el objetivo es contrarrestar algunos abusos y excesos de las industrias extractivas. La lucha de los pueblos indígenas es, por lo tanto, una influencia positiva que complementa los derechos ciudadanos en un régimen democrático.

Una consecuencia directa de la voluntad por conquistar nuevos derechos es la exigencia de políticas públicas focalizadas para los indígenas urbanos. La visibilidad de los indígenas en las estadísticas es insuficiente porque en varios casos se subvalora o se distorsiona su peso específico en las sociedades latinoamericanas. Sin embargo, el Estado no debe continuar con la negación de los pueblos indígenas, sino promocionar la inclusión de ellos desde una mirada territorial y desde las políticas públicas en las ciudades. Hoy día, el movimiento indígena se propone ocupar espacios en las ciudades, revalorizando las identidades culturales. La identidad cultural de los indígenas urbanos se manifiesta sobre todo en los contextos periféricos de las metrópolis, tratando de vencer la discriminación e impulsando el reconocimiento de su plena existencia.

Para comprender mejor la realidad indígena en Chile, fue Manuel Namuncura quien expuso ideas sugerentes sobre las reivindicaciones del pueblo Mapuche. Se partió de una pregunta central: ¿se puede seguir manteniendo la identidad en las ciudades? La respuesta es afirmativa, en la medida en que los indígenas establecidos en las ciudades aportan democráticamente al tratar de revertir la exclusión social y política, abogando por la generación de políticas públicas que dejen de negar a las identidades indígenas. Esto implica redefinir el concepto de desarrollo y modificar inclusive las Constituciones Políticas de los Estados.

En criterio de Namuncura, los pueblos indígenas son los actores que resguardan los recursos naturales, que enaltecen los derechos a la consulta, los sujetos que luchan contra la usurpación y se resisten a una asimilación homogeneizadora donde se disfrace la discriminación. En consecuencia, la unidad del movimiento indígena es fundamental.

El indígena urbano es un sujeto de derechos y merece participar en el sector público. No debería desviarse la necesidad de su reconocimiento mediante la entrega de subsidios, sino más bien otorgarle opciones de poder. En Chile se usurpó las tierras al pueblo Mapuche y esto dio lugar a una situación de desarraigo muy fuerte que alentó una mayor discriminación. La democracia tiene que revertir esta situación y abrir las posibilidades para que los indígenas recuperen sus tierras, aún a pesar de que hayan emigrado y se hayan convertido en indígenas urbanos.

En las ciudades, el reto principal descansa en la necesidad de cerrar las brechas de desigualdad y, por lo tanto, es imprescindible evaluar cuáles son las condiciones de los indígenas urbanos en lo social, económico, político y cultural para el diseño de políticas públicas con equidad. Específicamente, debe resolverse el problema de la pobreza urbana que afecta a una gran cantidad de indígenas urbanos. La pobreza es una deuda histórica y estatal donde los indígenas urbanos requieren un tratamiento igualitario.

Las ciudades como escenarios multiculturales

La participación de Regina Martínez Casas aclaró mucho más los análisis. Esta investigadora mexicana afirmó que las ciudades mesoamericanas ya eran escenarios multiculturales antes de la colonia española. Hasta la actualidad, los indígenas urbanos tienen una fuerte influencia de las identidades lingüísticas, lo cual se convierte en un desafío para la educación multilingüe en México (donde existen 364 lenguas) y el área andina de América Latina.

En las ciudades se inician los procesos de castellanización, emergiendo asimismo una relación entre la religión y la lengua durante el periodo colonial (modelo Nebrija). Esto dio nacimiento a las gramáticas coloniales para evangelizar y fortalecer el papel dominador de los conquistadores españoles.

En el siglo XVIII surgieron las “lenguas nacionales” y la ciudad se convirtió en el espacio de la Nación. Con el correr del tiempo apareció una polarización en las urbes: los indígenas-campesinos, en contraposición a los urbanos hispanoparlantes. La escuela llegó a ser un mecanismo para la urbanización y una promesa para que los migrantes indígenas salgan de la pobreza y puedan modernizarse. La migración fue promoviendo la escolarización y ésta intentó ser una garantía para evitar que los indígenas urbanos se conviertan en nuevos pobres.

Las ciudades son espacios multiculturales por dos razones: a) debido a la migración rural-urbana, y b) debido a que el crecimiento urbano se desarrolla sobre los antiguos territorios indígenas, expandiéndose inclusive hacia los lugares donde se encontraban los pueblos originarios.

Es en las ciudades donde los conflictos y las movilizaciones hicieron que los indígenas urbanos sean visualizados, auto-afirmando su identidad y sus derechos interculturales. Sin embargo, este contexto no está exento de problemas. Por ejemplo: el surgimiento de relaciones asimétricas en la sociedad porque los indígenas urbanos son considerados como ciudadanos de segunda categoría. Aparece asimismo, la sub-comunicación de las identidades étnicas debido a que en las ciudades se habla español; y por otra parte se expresa una sobre-comunicación de las identidades indígenas cuando éstas son una razón para atraer turistas y reafirmar nuevas pugnas sociales donde las identidades indígenas se manifiestan con plena legitimidad.

Las instituciones generan nuevos tipos de indigenismos dentro de las ciudades, apareciendo otras formas de organización entre los migrantes indígenas que pueden recibir y ayudar a sus “paisanos”. Se fundan redes gremiales de artesanos indígenas y emergen escuelas interculturales. En síntesis, Martínez Casas considera que las identidades colectivas en las ciudades no son monolíticas. Existen nuevas formas de vivir y reproducir las culturas indígenas.

En las ciudades, los migrantes reproducen de otra manera las lenguas y la cultura por medio de fiestas y prácticas indígenas, lo cual hace que los modelos culturales tengan nuevos significados: se puede ser indígena y moderno simultáneamente, a pesar de persistir, en muchos casos, la discriminación en sus dimensiones interpersonales, institucionales y estructurales. Hay todavía mucho por hacer para que se reconozcan los derechos indígenas a la territorialidad y la necesidad de ir más allá de las políticas focalizadas para los indígenas, otorgándoles más bien una verdadera ciudadanía con derechos plenos.

La presencia activa de los indígenas urbanos, en cierto sentido, hace que permanezcan abiertas las heridas de la colonización española. Por lo tanto, se critica una vez más las actuales relaciones de poder que estarían reproduciendo la “dominación colonial”. Por esto, algunos indígenas urbanos plantean un retorno a los logros del pasado prehispánico, aunque esto tiene una serie de aspectos no conocidos debido a que se sabe muy poco sobre cómo eran realmente las culturas indígenas y las estructuras sociales antes de la llegada de los españoles.

Más allá de una idealización del pasado pre-colonial, es fundamental repensar la identidad de los indígenas urbanos en el siglo XXI, así como promover de manera específica un conjunto de acciones para derrotar la discriminación y la pobreza en que se encuentran los pueblos originarios. No es positivo equiparar siempre a los indígenas con la indigencia urbana. Lo que debe combatirse es la exclusión que generan el Estado y las estructuras de poder en la sociedad. El Estado no tiene por qué constituirse en un actor neocolonial.

La identidad como construcción social, política e ideológica

La intervención del ex Vicepresidente, Víctor Hugo Cárdenas, fue bastante crítica, afirmando que “ser indígena” significa una construcción social y política que cambia y se recompone con una serie de influencias de carácter cultural, económico y según la época que nos toca vivir. Los censos y el tratamiento estadístico sobre el número de pueblos originarios siempre se utilizaron para eliminar a los indígenas, antes que para visualizar su importancia.

De acuerdo con el Censo Nacional de Población y Vivienda del año 2001, aquellos que se consideraban indígenas llegaron al 62%, mientras que para el Censo de 2012, la población indígena y afro-boliviana se redujo al 41%. Tampoco puede confundirse la existencia de 36 lenguas vernáculas con la existencia de 36 naciones indígenas en Bolivia. Las identidades indígenas, indígena-urbanas o mixtas son más un conjunto de planteamientos ideológicos que adquieren notoriedad y fuerza, de acuerdo con la dinámica de los conflictos sociales o la aparición de momentos de crisis e ingobernabilidad.

Si el Estado no da las garantías necesarias para que se reproduzcan las clases sociales o se respeten las identidades culturales, entonces nace la insubordinación y la disgregación en términos de identidades colectivas complejas. A esto debe agregarse la urbanización acelerada que tiene Bolivia. Según el Censo de 2012, el 70% de la población vive en centros urbanos, mientras que solamente el 30% se encuentra en el área rural.

La urbanización muestra grandes problemas de sobrevivencia y marginalidad. ¿Qué significa, entonces, ser indígena urbano? ¿Existen una modernidad indígena? Para Cárdenas, los indígenas urbanos son una construcción social, ideológica, cultural y política que se expresa por medio de los centros de residentes que congregan a los migrantes del área rural en las grandes ciudades. La migración rural-urbana plantea grandes tensiones comunales, crea nuevos conflictos urbanos y llama a la reflexión sobre la desigual distribución de las tierras. Por lo tanto, el Estado está en la necesidad de crear instituciones indigenistas, adaptarse a la interculturalidad y desarrollar políticas públicas que realmente contribuyan a una mayor equidad entre ciudadanos e indígenas urbanos con derechos.

Por otro lado, la problemática indígena ha sido demasiado instrumentalizada por el régimen del Movimiento Al Socialismo (MAS), y actualmente tiende a agonizar y desaparecer. Esto debido a que los conflictos en la zona del Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), hicieron que se desencadene mucha frustración en los indígenas que apoyaban al MAS. “Cuando el tema indígena empieza a molestar, entonces se lo margina”, afirmó Cárdenas. Así, habrían regresado los mecanismos de cooptación del movimiento indígena con fines político-partidarios y también se van usurpando las identidades para llevar a cabo otras acciones en contra de los indígenas.

Eugenio Adolfo Choque tocó el tema de los desafíos de los jóvenes indígenas en las urbes. Aunque muchas veces se quiere seguir las tendencias de la globalización para ser competitivo, ésto no es posible debido a que la modernidad no es compatible con las tradiciones indígenas. El reto está en conciliar ambas visiones. Otro problema representa la emigración hacia las ciudades y que los jóvenes no quieran volver a sus comunidades. Esto implica que muchas tradiciones y conocimientos se pierdan.

Por último, Zenobio Quispe del Foro Indígena, volvió a enfatizar que la auto-negación de la identidad indígena en los migrantes que llegan a las ciudades, es un problema que caracteriza a algunos profesionales jóvenes. Tampoco es aceptable un fraccionamiento entre lo indígena, lo originario y lo campesino. El reto está en articular una fuerza nacional.

En el área rural, el movimiento indígena está bien organizado e institucionalizado pero en las ciudades es fundamental un proceso de organización de los indígenas urbanos para copar espacios institucionales de lucha y reivindicación. El colonialismo interno permanece en la participación política, aún a pesar de haberse dado varias oportunidades a los pueblos indígenas. El Parlamento actúa, en algunos casos, en contra de los intereses indígenas y es por esto que se requiere retomar escenarios locales para fomentar el autogobierno.

En las ciudades, las organizaciones de vecinos se estarían destruyendo, según Quispe. Por lo tanto, existen espacios para que los concejales, alcaldes y representantes tradicionales de las organizaciones territoriales de base sean sustituidos, progresivamente, por mallkus y autoridades de inspiración indígena, de manera que vayan re-estableciéndose los ayllus como nuevas formas de auto-gobierno en los conglomerados urbanos.

La influencia indígena es muy clara en una perspectiva histórica. Los partidos kataristas, por ejemplo, nacieron en las ciudades y en las discusiones universitarias. Es por esta razón que ahora en el siglo XXI debe insistirse en la institucionalización de las organizaciones indígenas urbanas, cuyos objetivos estén unidos a la necesidad de llevar adelante la defensa de sus derechos.

Las preocupaciones por las identidades étnico-culturales realzaron el papel de la “otredad”, es decir, de los otros como grupos diferentes cultural y socialmente en una comunidad tan diversa como la boliviana. Sin embargo, el problema de la otredad ha destacado demasiado a las diferencias, posicionándose la división que ahora debería ser superada con el funcionamiento democrático de las organizaciones indígenas urbanas. Por esta razón, la auto-contemplación respecto al valor de los pueblos indígenas no puede verse como un sentido de superioridad, sino como una exigencia democrática de participación e imaginación de nuevos discursos, con el propósito de fomentar la equidad en Bolivia.

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