Título individual
Europa tiene mucho que ver con guerra y paz. Y detrás de cada gran historia está siempre una historia pequeña, más personal. Para mí también: no he conocido nunca l hombre que influyó más firmemente mi trabajo político. Es mi padre, que cayó como soldado simple en los campos de batalla de Europa en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial. Este fue el resorte por el cual me comprometo a nivel político a la unidad europea y la paz en Europa desde mi juventud. Es por esta razón que el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a la Unión Europea este lunes me alegra también mucho desde un punto de vista personal.
El Premio Nobel de la Paz valora uno de los proyectos de paz más grandes y más exitosos de la historia.
Ya en el año 1950, fuera de la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial, el “Plan Schuman” describió cómo construir una nueva Europa pacífica por medio de la reconciliación y la remisión. El Tratado del Elíseo de 1963 selló la cooperación germano-francesa sin la cual la obra de paz Europea sería impensable. La caída del muro de Berlín posibilitó la reunificación pacífica de nuestro continente. También gracias a nuestra moneda común, hoy, guerras en Europa son inimaginables.
Hoy, la paz en Europa parece natural. Pero no olvidemos que Europa no se formó en un día. Los padres fundadores de Europa sabían que se debía unir paso a paso. Además no fue decisorio tener preparadas soluciones rápidas en cada situación. Más bien, hacia falta elaborar procedimientos que permitirán la resolución de problemas y tareas de una manera civilizada, pacífica y en virtud del Derecho. La propuesta de subordinar las industrias del carbón y del acero, necesarias para el esfuerzo bélico, a una Alta Autoridad común sentaría “las primeras bases concretas de una federación europea indispensable para la preservación de la paz”, como dijo la declaración Schuman. Con la creación de la Unión Europea, sacamos la conclusión más importante de la historia europea y fundamos Europa como una comunidad legal. En la Europa de hoy el poder no domina al Derecho, sino el Derecho prevalece ante el poder. De hecho esto representa la modernidad y la orientación hacia el futuro de nuestra comunidad europea de valores.
El gran éxito de los padres fundadores es indiscutible. En 1950, época llena de tensión, cuando la Unión Soviética y el totalitarismo comunista oprimían una mitad de Europa, parecía imposible que un día diez estados de la Europa Central y Oriental pertenecerían a la Unión Europea.
Sin el deseo de libertad de los individuos, la reunificación alemana habría sido imposible. Nunca debemos olvidar esto. Nos obliga aún más a pensar en dimensiones europeas.
La unidad europea es una obra de la libertad y de la paz – y como tal debe encontrar su justificación más profunda también en el futuro. El mensaje de paz no debe detenerse en nuestras fronteras porque los desarrollos más allá de las fronteras de Europa influyen considerablemente en nuestra libertad, nuestra prosperidad y nuestra seguridad. Convulsiones politicas en África del Norte y en el Oriente Próximo demuestran esta relación de una manera impresionante. A nosotros no nos puede dar igual como funcionan los Estados mediterraneos y lo que conmueve a sus ciudadanas y ciudadanos. Nuestra tarea es acompañar a nuestros vecinos en el camino a la democracia y el pluralismo y reclamar el respeto de los derechos fundamentales liberales.
En una época, en la cual tenemos que enfrentar una de las pruebas más grandes, el Premio Nobel de la Paz consolida la Unión Europea como comunidad de valores y de la paz en el mundo. En el pasado, Europa fue la respuesta a la guerra y la exterminación. Hoy, Europa es otra palabra para la paz.