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La Democracia Cristiana en América Latina

de Eduardo Fernández, Eduardo Fernández

EL POPULISMO EN AMÉRICA LATINA

Conferencia en honor a Josef Thesing, Berlín, 2 de diciembre de 2002

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“Urgen nuevas idea y opciones que ofrezcan una orientación espiritual. Es necesario establecer un lazo firme con la democracia que involucre la convicción de que la democracia es un valor en sí mismo, más allá de los aspectos formales: sólo quienes la interpreten como un valor esencial seguirán siendo fieles al ideal democrático, aún en circunstancias adversas.

Josef Thesing, La Democracia Cristiana en el Siglo XXI, Buenos Aires, 1997, Una Introducción, p. 17

Aristóteles, en su Ética Nicomaquea, nos dice que la política es la ciencia más arquitectónica de todas las ciencias, y que es “el bien al que tiende la política es el más excelso de todos los bienes en el orden de la acción humana. Se me ocurre, en este diciembre del año 2002, en el marco del homenaje a un hombre como Josef Thesing, que se ha dedicado a practicar la política con gran dignidad y sentido del bien, y eso lo hemos sentido muy de cerca los latinoamericanos, que precisamente nosotros, los latinoamericanos, tenemos la obligación de preguntarnos si en América Latina hemos practicado la política para hacer el bien y para lograr la felicidad de nuestros ciudadanos. Durante la reflexión que me toca hacer a continuación sobre el populismo en nuestra región, trataré de responder a esta pregunta.

La humanidad ha estado avanzando en la dirección de ampliar los espacios democráticos y de hacer realidad el creciente respeto a los derechos humanos. El último decenio del siglo que acaba de terminar ha sido considerado por muchos como el período durante el cual la democracia floreció con mayor fuerza; por primera vez en la historia, más del 50% de la población del mundo vive en países que se precian de ser democráticos, 120 de un total de 190 estados que existen en el mundo se consideran democráticos. En América Latina, el mapa de nuestro Continente que hace apenas unos años estaba cargado de dictaduras o de guerras civiles, ha cambiado fundamentalmente en favor de la democracia y en favor de la libertad.

Sin embargo, al hacer la evaluación del estado de la democracia en América Latina, también tenemos que advertir con toda claridad los riesgos que existen y las dificultades que tenemos que superar. El escritor inglés Chesterton decía: “nada amenaza tanto a la salud de la democracia como presumir que la democracia está segura. El ex presidente de Portugal Mario Soares, en un artículo publicado por el diario El Nacional de mi país hace poco más de un año, dice que las transiciones democráticas en América Latina, que se desarrollaron en la última década y media, han mostrado ser bastante frágiles, y por tanto es natural que nos preguntemos con preocupación acerca del porvenir que puede aguardar a la democracia en Latinoamérica.

Por su parte, el presidente actual de Perú, Alejandro Toledo, hablando a partir de la experiencia de su país, dijo, también en declaraciones de prensa: “No se debe permitir en Latinoamérica el surgimiento de un nuevo estilo de dictadura. Hay líderes que aparecen con una careta democrática, pero tienen un corazón profundamente dictatorial -y agrega, en una referencia a nuestro país-, “a países como Venezuela, que aprecio, no me gustaría que le sucediera eso, porque el otro lado de la ecuación de las dictaduras está la corrupción.

Los países con problemas más significativos en nuestra región son Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Venezuela. Hay problemas económicos y políticos graves en Argentina y en Brasil, que se han reflejado después en Uruguay; el Paraguay, después de una larguísima dictadura parece que no termina de alcanzar su plena estabilidad institucional. En el lado sur del hemisferio, Chile aparece como el país más enrumbado, luego de haber sufrido también el trauma de la dictadura. En México tuvimos la buena noticia de la alternabilidad democrática después de 70 años de la hegemonía de un solo partido.

En América Latina hay problemas agobiantes, que amenazan el destino democrático de nuestro continente. Tenemos grandes asechanzas por enfrentar y debemos hacerlo con firmeza, con reciedumbre, con optimismo y con la convicción de que el futuro le pertenece a la democracia; que el futuro le pertenece a las ideas y valores del humanismo cristiano; a las ideas del Centro Democrático.

La lucha por lo enfrentar la pobreza; por darle prosperidad y una vida mejor a nuestros pueblos; por la defensa de los derechos humanos; por más y mejor democracia; por la justicia; y por el crecimiento económico con equidad, es una lucha que vale la pena librar.

Entre esos problemas agobiantes que tiene la región, me voy a limitar a mencionar algunos: la pobreza creciente de nuestra población; el narcotráfico y los movimientos guerrilleros en los que se ha infiltrado el negocio internacional de la droga; el desorden administrativo y la descomposición del aparato del Estado; la necesidad de abordar reformas políticas de fondo; la corrupción que prevalece en el ámbito de las elites dirigentes en nuestros países; la dificultad para aplicar políticas coherentes y eficaces de desarrollo sostenido; la injusta distribución del ingreso y de las oportunidades; y el regreso de la tentación autoritaria y populista, con rasgos de militarismo y de caudillismo, que parece que fuera un fantasma proveniente del Siglo XIX.

Todos esos son temas que desafían nuestro compromiso por establecer democracias modernas, eficientes, capaces de responder a las expectativas de nuestro pueblo. Debemos tener gobiernos capaces de practicar la política para producir la felicidad de nuestros pueblos, como decía el maestro Aristóteles; gobiernos capaces de promover la democracia, la libertad y la justicia como un valor esencial, a pesar de las dificultades, como nos dice Josef; gobiernos que no hagan promesas incumplibles, que después provocan frustración y anarquía , sino que sean capaces de decirle la verdad a los ciudadanos y de sembrar una cultura del trabajo y de la responsabilidad.

Las dificultades han surgido de lo que pudiéramos llamar el desencanto popular con la democracia, la crítica al desempeño de los gobiernos democráticos, así como un creciente escepticismo respecto a la utilidad de las instituciones políticas.

Doscientos veinte millones de pobres, que son casi el 40% de la población de América Latina representan, sin duda alguna, una señal de alarma que se dispara alrededor del modelo económico, pero que dice mucho también de la eficacia social del modelo político democrático asumido por nuestros países. Estos resultados indican que, en general, mucha veces con buena intención, en América Latina no se ha practicado la política para producir el bienestar y la felicidad de nuestros pueblos.

Esta circunstancia, sin embrgo,no autoriza a nadie a proclamar el fracaso de la democracia en nuestro continente. La existencia de la pobreza en América Latina es mucho más el resultado de los fracasos de los regímenes autoritarios y de las dictaduras militaristas, que el resultado de democracias representativas que, con todas sus carencias, abren un camino a través del cual se pueden lograr metas más elevadas de desarrollo, de progreso y de bienestar. Se trata del empobrecimiento masivo y deshumanizador que se ha venido produciendo en los últimos años. Todos estos problemas dificultan la estabilidad de la democracia y representan los retos justamente que tenemos que enfrentar.

Carlos Fuentes, el notable escritor mexicano dice en un artículo publicado en la prensa nacional de mi país lo siguiente: “Transcurridos 20 años, desde la crisis de la deuda y 10 desde el fin de la Guerra Fría, la democracia latinoamericana está en peligro; y agrega “millones de latinoamericanos sobreviven con rentas inferiores a los 60 dólares mensuales, 90 millones viven en pobreza extrema con 30 dólares mensuales de ingreso promedio, aumenta el paro y la marginación urbana.

Por su parte, el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, con sede en Londres, en un informe reciente en el cual comenta las fragilidades de la democracia en nuestro continente, señala dos causas fundamentales de esa fragilidad: La frustración social de la población y el hecho de que las instituciones políticas en América Latina no estarían a la altura de los enormes desafíos a los que deben enfrentarse.

Frente al cuadro de dificultades que ofrece América Latina se presentan dos alternativas: una, retroceder al autoritarismo, tantas veces ensayado y tantas veces fracasado en nuestra historia; o avanzar resueltamente por el camino de mejorar la democracia para nuestros países y demostrar que la democracia es eficaz para resolver los problemas.

El Populismo en América Latina

En América Latina, desde hace unos años, se ha vuelto a presentar el fenómeno del Populismo, que está amenazando a varios países, especialmente al mío, Venezuela, que se ha convertido en todas las páginas de internet en lamentable paradigma de populismo regional. Nuestros países no están vacunados contra la invitación a retroceder a las épocas de los caudillos iluminados, de las soluciones mesiánicas, del militarismo, de la vieja del gendarme necesario. El peligro radica, tal como lo estamos viviendo hoy en Venezuela, en que esas fórmulas que tanto han fracasado en el pasado producen, indefectiblemente, una nueva y mayor frustración, un nuevo desencanto colectivo que podría conducir o a la anarquía de las conmociones sociales, o a la imposición de un régimen de fuerza con el argumento de que hay que restablecer el orden; o a ambas cosas, una detrás de la otra, como tantas veces ha sucedido antes. Ese proceso lo estamos viviendo desgraciadamente en Venezuela, en medio de una gran incertidumbre.

Es importante que, frente al regreso del Populismo, se discutan y se presenten propuestas de acción con dos objetivos muy concretos: 1.- que en los países afectados se promueva el desarrollo de la cultura democrática, que permita fortalecer a las instituciones y a los partidos políticos. 2.- que procuremos tener democracias eficientes y partidos dignos y confiables, que frenen el populismo para que no siga siendo paradigma a ser imitado como modelo de acción.

Elecciones presidenciales recientes en nuestros países iberoamericanos, sin pretender hacer comparaciones que puedan resultar odiosas, han puesto en evidencia el descontento de nuestros pueblos sienten con su sistema político y con los partidos vistos como tradicionales, en un fenómeno que puede catapultar a figuras de izquierda o de derecha, incluso a ex golpistas, con tal de que prometan acabar con males como la corrupción, la pobreza o la inseguridad.

El paradigma populista se ha encarnado en los últimos años en Hugo Chávez en Venezuela. Con otras características y, por supuesto, deseando, por el bien de esas naciones, que hagan buenos gobierno y no caigan en los errores en los cuales ha caído Chávez, han triunfado Luis Ignacio Lula Da Silva, en Brasil, y ahora el coronel Lucio Gutiérrez, en Ecuador. “Si Noboa y yo estamos encabezando es porque la gente dijo basta a los políticos. El pueblo ecuatoriano quiere un cambio, dijo antes de la segunda vuelta.

Antes Fujimori, Bucarám y Collor de Melo, también encarnaron liderazgos anti-políticos y distintas versiones de populismo, con los resultados lamentables que conocemos.

Los científicos sociales usan el populismo como una categoría que cubre una variedad de fenómenos políticos. Académicamente se han presentado debates sobre si el populismo es un movimiento o una ideología, e incluso, sobre si existe del todo...Es posible, sin embargo, identificar algunos aspectos comunes: el populismo es una forma de la retórica política que manifiesta que la virtud y la legitimidad política residen únicamente en “el pueblo, considerado así, como “pueblo en abstracto, como fuente del nuevo poder; y en “la nación, como la fuente necesaria unidad social; consideran que las élites que se consideran dominantes son siempre corruptas; y sostienen que sus metas se consiguen mejor a través de una relación directa entre el gobierno y la gente, o entre el líder carismático y la gente, en vez de contar con la mediación de las instituciones políticas. Se ha producido también el triángulo Líder-Fuerza Militar-Pueblo. Pero siempre en detrimento de instituciones democráticas que puedan controlar o mediar entre el líder, su fuerza militar y el pueblo.

Y más peligrosa todavía es su nueva manifestación, este Populismo que se nos presenta ahora en América Latina: los nuevos populistas del continente, además, son líderes “mass mediáticos, que saben utilizar hábilmente los medios de comunicación. El presidente de Venezuela, por ejemplo, cuenta con programas regulares de televisión y radio , periódicos propios, y, por si fuera poco, convoca cadenas nacionales cada vez que quiere en horarios estelares de nuestra televisión...

Para resumir, las características del populismo a grandes rasgos son las siguientes: 1) Una retórica nacionalista llevada a su máxima expresión. 3) Se presenta la apelación directa al pueblo, con el menosprecio de instituciones y de partidos establecidos. 4) Un líder “carismático que apela a los sentimientos del pueblo, explotando odios y resentimientos. 5) Tendencia al estatismo y a prácticas que alimentan una ilusión hacia una presunta re-distribución de la riqueza, hacia un “rentismo que impide el desarrollo de una cultura del trabajo y de la responsabilidad. 6) Utilización activa de los medios de comunicación para trasmitir estos mensajes al pueblo.

El caldo de cultivo del populismo en nuestros países, sobre todo, ha estado en las malas administraciones, y, sobre todo, en la ausencia de instituciones democráticas fuertes. Así mismo, en la falta de políticas para enfrentar la pobreza y para estimular la inversión, el empleo, y la educación; en la escasez de una asistencia social mínima; en la corrupción administrativa; en el debilitamiento progresivo de las instituciones, especialmente del poder judicial; y en partidos políticos que olvidaron su deber de servir al pueblo y ofrecer soluciones a los problemas.

El gran reto que tenemos ahora es el de rescatar la seriedad y la dignidad de la política, construir instituciones sólidas que sobrevivan crisis políticas coyunturales, y a promover soluciones que generen un proceso modernizador en nuestras naciones.

Una agenda.

Me atrevo a proponer una agenda básica para que nuestros países traten de enfrentar con éxito el populismo, una agenda, además, para hacer el bien y lograr la felicidad de nuestros ciudadanos,

  1. Promoción de la educación. Con líderes educados y ciudadanos bien formados podremos fortalecer nuestra cultura democrática. Una educación de calidad es el factor decisivo para el desarrollo político, social, cultural y económico de nuestros pueblos.

  2. Desde un punto de vista humanista, necesitamos naciones que vivan mejor, así que una meta fundamental en esta agenda es procurar el bien común. El logro de la justicia social en nuestros países. El logro de la modernización con equidad. Erradicar la pobreza creciente. Defender los derechos humanos de todos nuestros ciudadanos.

  3. Basados en los valores del humanismo cristiano y en una posición de Centro Democrático, necesitamos preservar y fortalecer la democracia en nuestra región. La democracia es indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo. Tenemos que promover la participación activa de los ciudadanos en todos los niveles de la vida pública.

  4. Tenemos que promover la libertad y el crecimiento económico en nuestros países, el impulso de las inversiones y a la creación de empleos productivos y bien remunerados para nuestra gente. Fomentar la prosperidad económica y el bienestar en nuestras naciones. Adelantar políticas para la salud fiscal de nuestros países, para frenar la inflación, combatir la pobreza, y , sobre todo, promover las inversiones y el empleo.

  5. Integración y la cooperación económica, social, política y cultural entre nuestras naciones, como lo han logrado ustedes aquí en Europa.

  6. Garantizar el desarrollo sostenible y conservar nuestro medio ambiente para las generaciones futuras.

  7. Lograr en nuestros países una administración de justicia independiente, eficiente y eficaz, es la mejor manera de evitar fenómenos anti-democráticos. Sin justicia no hay democracia.

  8. Promover la ética en la administración pública, que debe esta regida por estructuras y normas que provengan no sólo del derecho sino también de una actitud, de una cultura ciudadana que rechace la corrupción.

  9. El fortalecimiento de los partidos políticos. La democracia se fundamenta en partidos políticos serios, inspirados en un mensaje, en organizaciones transparentes al servicio de la comunidad. Que sean verdaderas correas de transmisión entre los ciudadanos y el estado.

  10. La promoción de la libertad en Iberoamérica. Libertad de información, libertad de expresión y de opinión. En este mundo dominado por las comunicaciones es ridículo que se pretendan poner trabas y adjetivos a la libertad que todos tenemos a informar y a estar informados.

Nosotros apostamos al triunfo de la democracia y a la derrota del autoritarismo y aceptamos el reto de demostrar que la democracia no sólo es compatible con el crecimiento económico y con justicia social, sino que la democracia política afincada en el respeto al Estado de Derecho, en el equilibrio institucional y en la cultura del diálogo y de la tolerancia es condición indispensable para lograr los objetivos de progreso económico y de bienestar social.

En IFEDEC, el Centro de Formación que lleva el nombre de quien fuera un gran amigo de Josef Thesing, Arístides Calvani, y ahora desde el Partido Demócrata Cristiano COPEI, estamos trabajando por defender los principios de la democracia y por fortalecer las instituciones en mi país, así como por evitar la confrontación y los radicalismos, desde todos los foros posibles. Estamos trabajando en la línea de lograr una solución democrática, institucional, electotal, pacífica y especialmente, civil, a la crisis que vivimos.

Propuesta.

Finalmente, pienso que es nuestro deber, como políticos latinoamericanos que creemos en los ideales del humanismo cristiano, que nos colocamos en una posición de Centro Democrático, asumir un compromiso con quien tanto nos ha ayudado y enseñado, Josef Thesing, en el sentido de convocar la voluntad democrática de cada uno de nuestros países, y de todo el continente, para avanzar hacia una región con mejores logros que presentar:

Propongo trazarnos la meta de reducir la pobreza en términos relativos a 0 en un lapso de 35 años, con políticas que impulsen el crecimiento económico de nuestros pueblos en un promedio de 5 por ciento al año. Para ello debemos promover un modelo de economía social de mercado, que tanto éxito ha tenido en Alemania y en otros países de Europa, para estimular las inversiones, el empleo y el desarrollo sustentable; impulsar la educación, el conocimiento y la tecnología; promover un sistema de justicia más trasparente y expedito; programas agresivos e integrales de seguridad, que reduzcan los problemas de crimen, narcotráfico y secuestros en nuestra región.

Las propuestas del humanismo democrático deben ir en la dirección de promover la elevación cultural y moral de nuestros pueblos y la erradicación de la pobreza, como nos lo ha recomendado el propio Josef Thesing, quien nos ha dicho que el mayor peligro para la democracia estriba en la creciente injusticia social; a él le preocupa que la democracia para ser estable necesita progreso económico y justicia social.

Ese es el gran reto para América Latina en el siglo XXI, demostrar que el crecimiento económico con bienestar social es compatible con la democracia. Demostrar que si somos capaces de creer en la democracia como bien esencial, a pesar de las adversidades; demostrar su somos capaces de hacer el bien

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